domingo, 17 de julio de 2011

Canto IV.

Por Edom de Caloca.

Mis sueños son esqueletos de hombres jóvenes,
murieron antes del amor entregado en la mañana,
cayeron pronto, muy pronto, como la espiga cegada,
niños imposibles, sin pena ni gloria vueltos númenes
en lo alto del cielo crepuscular, muy cerca de la noche,
llamando con ráfagas de arrebol la existencia llana,
cantándole un dulce y apagado responso al alma,
que tanto se nutre de muerte, buscando la calma.

Así ved zagales la simpleza de este goce
que se ilumina y se extingue a si mismo,
que se devora y se apaga en su cima,
porque es la llama relictual que alienta la vida,
complejidad e impedimento, gustoso arrojo
que cautiva  porque es terrible y cruel
como la esclavitud y la milicia del infiel,
bautizo del alud, epidemia en trote;
circunspección y misterio del que se fue,
resignación,
o retorno al tiempo encostrado, en la piel.


Sin título, 2000.

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